miércoles, enero 17, 2007

Filosofía de bar


Los días pasan, las tardes avanzan y las noches mueren. Y por toda la ciudad personas van sentándose en mesas tras una taza, una copa o un vaso. Buscando en su fondo la respuesta a una pregunta que no alcanzan a comprender. Miran fijamente su reflejo en los negros estanques de café intentando desentrañar lo que se oculta tras esos conocidos ojos; admiran el destello de las gotas de la jarra intentando captar el fulgor de alguna llama; o saborean el cristal de las copas con la melancólica felicidad del derrotado. Pero todos notan el peso de la realidad al llegar al final. Ésta les sorprende desde esos sucios pozos y los devuelve a sus sillas. Y con respuestas que ya sabían, se levantan y se marchan dejando tras de sí tan sólo un papel doblado, una colilla o el carmín de sus labios marcado a fuego en el borde de un vaso.

martes, enero 16, 2007

Mascarada


No sabía porque había vuelto, porque se había sentado en el mismo sitio ni porque estaba pasando el mismo frío que entonces; en ese momento la vio. Un año; no esperaba encontrarla, pero allí seguía desde que todo ocurrió. Durante todo ese largo tiempo no se había movido de ese rincón tranquilo y apacible, fuera de la vista de todos. Al fin y al cabo a quién le iba a importar una cosa tan insignificante: ahora era tan sólo un trozo de tela tirado en la acera. Pero había vivido épocas mejores; épocas en las que sus colores habían destellado en el bombardeo de los focos. Unos colores que ahora se desteñían en los charcos de lágrimas y quedaban ocultos tras el polvo gris de los recuerdos que los cubría. Un año hacía que la había abandonado, y ahora volvía a recogerla entre sus manos, rememorando cada instante, cada hecho, cada palabra. Fue como verse a sí mismo reflejado en un extraño espejo. Un deformante espejo que mostraba armoniosa la deformada realidad. Y observando la máscara sujeta entre sus dedos sintió como su propia máscara caía por fin resquebrajada a sus pies. Con la cabeza gacha lanzó de nuevo la otra al suelo y se marchó. Pero mientras se iba no pudo evitar echar un último vistazo a aquel oscuro rincón dónde ahora reposaban las dos caretas unidas. Con el susurro de una lágrima que rodaba por su mejilla volvió a girarse y siguió alejándose nuevamente del lugar.