domingo, diciembre 16, 2007

Espiral de recuerdos

Nada sucedía. Todo estaba en perfecta calma en aquel lugar. Se sentó a recordar. Hacía tiempo que no había pensado en ello; tanto tiempo… La verdad es que todo aquello había perdido el poco sentido que en su momento había tenido. No obstante, el muchacho se acercaba cada año a ese lugar. Se había convertido casi en una peregrinación, en una penitencia. Y cada día lo mismo. Los mismos gestos, las mismas palabras, los mismos besos diluyéndose entre las huidizas sombras del amanecer. Pero ese día todo fue distinto. Había desaparecido, se había marchado. Aquello por lo que religiosamente había acudido a ese lugar año tras año se había escurrido definitivamente entre los recovecos de la noche; o en la copa de un bar; o en una mirada perdida; o en una despedida. Ni una huella, ni un rastro, tan sólo un hueco frío y vacío. Aún así el chico se sentó cabizbajo en aquel mismo lugar como tantas otras veces y comenzó a recordar; y recordó aquella ocasión en que lo único que le quedó fue la pérdida de un recuerdo para recordar.