viernes, septiembre 28, 2007

Sucede que a veces

Sucede que a veces la vida se torna metáfora y los sueños invaden la habitación. Sucede que Dalí vuelve a la vida y delante de ti aparecen leones voladores y relojes deshaciéndose. Sucede que a veces la verdad no es tan verdad y la ficción no supera a la realidad. Sucede que….







Introducción:

¿Nunca has sentido que la realidad sucede ante ti como una obra de teatro? Eso sentía él en ese preciso instante. Bueno eso, un infinito dolor de cabeza y un inmenso mareo. Todos y cada uno de los chupitos de anoche se agolpaban ahora en un indeterminado punto de su cabeza. En la cama de al lado el otro bebedor no se encontraba mucho mejor, aunque él parecía poder levantarse. Tardó casi quince minutos en levantarse y de inmediato sintió el frío del que le protegían las 3 mantas que tenía encima. Se vistió como pudo y se lanzó al sillón en un intento de callar las marchitas voces de las neuronas que agonizaban en su cerebro. Pasaron diez minutos. Sólo dos palabras: Nescafé descafeinado. Definitivamente no era una buena mañana.

Nudo:

Pero eso no era todo. Tras media hora y después de haber engullido ese ¿café? ya se empezaba a sentir casi un ser humano cuando llamaron al timbre. El pitido resonó en su cabeza y su compañero de resaca le informó de la situación. Por increíble que pudiese parecer era su novia y parecía que habían quedado para dejarlo. “Bueno, no importa, bajamos y cada uno por su lado, ya conseguiré arrastrarnos a mi y a mi amiga la resaca de vuelta a casa”. Pero no podía ser tan fácil, esa mañana no. Fue a ponerse su chaqueta, pero esta no estaba y en su lugar reposaba una remotamente parecida, probablemente del chofer de anoche. Su mente decidió que había tenido suficiente y que no merecía tal disparate así que marchó a descansar. Lo que sucedió mientras esperaba al chofer para el intercambio chaquetil fue tan sumamente surrealista que poco se puede decir. Sencillamente su amigo procedió a cortar con su novia en la casa de sus padres en una habitación dónde estaban ellos dos, el semi-muerto, un perro y eventualmente su madre.

Desenlace:

Finalmente se subió al coche del chofer con cara de tonto; aunque ya no sabía si por la situación que acababa de vivir o por la masiva pérdida de inteligencia que provoca el consumo de hectolitros de alcohol. Le dejó en la estación esta vez sí con la chaqueta correcta y se despidieron. Todo había acabado y parecía que la realidad volvía a ganar terreno. Pero sólo parecía; tras una parada, un ¿músico? callejero subió al vagón y empezó a tocar el acordeón a treinta centímetros de su cara. Parecía que tampoco iba a ser una buena tarde.