jueves, noviembre 02, 2006

La chaqueta

La chaqueta lo observaba con una mirada maliciosa desde la silla mientras los ojos de él se perdían en el negro horizonte de una televisión apagada. Una sarcástica sonrisa se reflejaba en su rostro mientras la noche pasaba volando ante sus ojos. Las máscaras cayendo, las descorazonadoras confesiones, un vaso roto derramando su desconsolado fluido sobre la tela, la impotencia y la ironía. Y desde su posición, la chaqueta reía.

Los minutos pasaron lentos y perezosos y allá afuera comenzó a amanecer. Los tímidos rayos de primera hora de la mañana comenzaron a calentar el helado cuerpo del muchacho mientras sus ojos seguían fijos intentando desentrañar la imagen tras la oscuridad de aquella caja; no podía aceptar que no hubiese nada más que vacío allí. El gélido fuego de esa noche no podía haberlo devorado todo. Y frente a él negro, negro y nada más.

- ¿Qué es lo que miras? – El chico se giró hacia la chaqueta que a pesar de las horas seguía salpicada de los destellos del llanto. La chaqueta no respondió con otro gesto que esa mueca divertida.
- Aghhh, ya lo sé. Soy un imbécil, ¿y qué? ¿Insinúas alguna cosa? – El silencio siguió manteniéndose en la penumbra de la habitación. El chico se levantó lentamente y se paseó por la habitación con la mirada en blanco y la respiración agitada. – No podía hacer otra cosa, y lo sabes – una ráfaga de viento entró por la ventana con un aullido sacudiendo las mangas de la americana, que pareció carcajearse ante él. El joven cerró la ventana con un golpe y se giró con el corazón palpitando entre las cenizas de su interior.
- ¿Y qué se supone que debería haber hecho? ¿Dejarla tirada en el suelo llorando congelada? – A su mente se asomó la figura de una chica echa un ovillo en un portal con las lágrimas escurriéndose por sus mejillas. Los ojos verdes hinchados que se intuían a través de la cascada dorada de su cabello. La burlona chaqueta posándose sobre sus tiritantes hombros, sonriendo ya con ese caústico guiño. El frío penetrante que había calado sus huesos. De nuevo el atronador silencio de aquel horrible gesto que se entreveía entre sus costuras como única respuesta.
El chico cayó de rodillas, derrotado por aquellas mirada sin ojos. Afuera el Sol seguía subiendo pero jamás logró volver a iluminar esa habitación.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Antes que nada decir que es un gran honor el poder ver un enlace tan bien titulado.
Despues de eso:
LOOL!
que esto no muera porfavor

11:25 p. m.  

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